TITULO
I
1.
Introducción
La restauración democrática del '83 implicaba una clara opción para
nuestra atribulada sociedad: democracia o dictadura. Abrumadoramente
mayoritaria, la ciudadanía optó por la libertad y la igualdad. Tal disyuntiva,
excluyó por inoportuna, la calificación de la
dirigencia política existente en nuestra partidocracia. La sociedad eligió a
quien mejor representaba a la democracia, a la vida tan soslayada por la
dictadura militar, que asesinaba impiadosamente a sus hijos, ya mandándolos a
una guerra-muerte sin su consentimiento o haciéndolos desaparecer impunemente.
Ha transcurrido más de una década de ejercitación democrática. Los
cambios han sido profundos, tanto en lo nacional como en lo internacional.
Hemos internalizado la importancia del disenso, enterrando viejos odios
antagónicos entre peronistas y antiperonistas de cualquier signo. La
disolución del poderío comunista determinó que la democracia y el liberalismo
económico, sean moneda corriente de la década del '90, aun sus notorias
imperfecciones.
Los políticos que sé aggiornaron
a estos parámetros, nos gobiernan
con escasa oposición
política. Ningún dirigente
presidenciable puede objetar el rumbo económico de Menem-Cavallo, tan sólo
limitarse a cuestionar su implementación. Exigua argumentación para cambiar a
los ejecutores de medidas económicas que revirtieron el cruel estancamiento de
los pasados veinte años, en un país que cuenta con recursos propios. Nuestra
sociedad ha aceptado forzadamente la
imposición del modelo económico, percibiéndolo como inesquivable en esta era. Contrariamente, el sentir
democrático ha sido asimilado positivamente, exigiendo su impronta en todos los
niveles organizacionales. La ciudadanía ha elevado su nivel político-cultural.
La política: "La Administración del
Bien Común", que guía su presente y futuro, como su hábitat, ya no
puede serle ajena. Consecuentemente, elevó el nivel de exigencia con sus
representantes. Este sostenido progreso en la evolución democrática, contrasta
con el creciente deterioro de la dirigencia partidaria nativa, inmersa en el
descrédito. Esta es incapaz de revertir tal proceso, aun con las reformas a las
reglas del juego político implementadas por ellos mismos y percibidas
socialmente como insuficientes (1994).
He prescindido de referencias a
los cotidianos horrores de nuestra dirigencia. Hay excesiva conciencia
colectiva sobre los mismos, que ha generado una frustración social acumulativa.
Esta ha sido manifestada oportunamente, a veces inteligentemente, como el no
a la reforma provincial de Buenos Aires, impulsada por Cafiero, como también el
pacto de Olivos, en la mismísima
Capital. Sendas propuestas - denostadas por la ciudadanía- emergieron de
evidentes acuerdos entre los dos partidos mayoritarios nacionales (PJ-U.C.R, más del 80% del electorado).
El grado de racionalidad de los contenidos de las propuestas rechazadas pasó a
un segundo plano, prevaleciendo la aludida frustración colectiva hacia la dirigencia política. Socialmente resultó
evidente el manejo político de las
propuestas, más cercano a las apetencias personales de los dirigentes
involucrados que a las demandas sociales. Otras veces, tales frustraciones, manifestáronse
cruentamente, como en Santiago del Estero, por hartazgo. Sorprendía ver en los
medios televisivos a los que tomaban parte del Santiagazo, que a cara descubierta, hacían partícipes al periodismo
porteño de los desmanes hacia las propiedades de sus dirigentes de mayor
representación (PJ–U.C.R).
Simultáneamente, expresaban los delitos que habían incurrido los mismos y
consecuentemente, acreedores de tales agresiones populares...
Hubo quien aludiera sobre los
políticos, certeramente: "No son hombres de palabra, sino de
palabras". No pude evitar asociarlo con lo expresado con un
funcionario de carrera, cercano al riñón del poder: "Mienten por ignorancia". Pero si algo me instó a escribir este
ensayo, fue el ver oficializado el concepto social que se tiene de la política
en un texto de educación cívica de la provincia de Buenos Aires: " Actividad rastrera". El autor, luego de tal sinceramiento,
intentaba revertir tal aseveración refiriéndose a su nivel trascendental en la
organización social.
Las
sociedades, desde siempre, han acumulado el conocimiento de cualquiera de sus
actividades trascendentes, en construcciones intangibles - que exceden
fronteras y épocas- erigiéndose por la brillante actividad de sus miembros,
privilegiando sus aportes productivos y omitiendo fracasos o carencias
personales ajenas a tales éxitos. Así, podemos expresar con absoluta certeza,
que la mala praxis de un médico pueda poner en tela de juicio a la Medicina.
Tal ejemplo puede resultar análogo a cualquier otra actividad, hasta las más
factibles de ser objetadas.
Resulta evidente, que hasta el presente, no se ha logrado una
construcción de tal naturaleza - por lo menos positiva- de la política. En nuestra historia nacional,
los políticos de nivel resultan escasos, recrudeciéndose tal tendencia en los
últimos veinte años... El carácter mundial del
descrédito político lo hace extensivo a todas las sociedades pretendidamente
democráticas. Tal planetarización del problema, excluye toda posibilidad de
endilgarlo a factores coyunturales locales.
El
presente ensayo, tiende a efectuar los aportes e interrogantes sobre el origen
del mismo. A superar esa resignación
social que nos quieren imponer. Diagnostican la realidad política acertadamente, pero pronostican que en el permanente
ejercicio democrático está el germen de un nueva dirigencia política idónea.
Receta, por supuesto, no exportable a las viejas democracias mundiales, que
sufren igual descrédito, aún su extensa ejercitación. Asimismo, para aquellos
que expresan que los políticos representan a la sociedad vigente. Mañana será
mejor según la lógica evolución hacia estadios superiores de las sociedades.
Obviamente,
tales argumentaciones, evolucionistas lineales, son avaladas por nuestra
dirigencia política. Las mismas le garantizan tanto su presente como su futuro,
por ser falaces. Quienes la sostienen - analistas políticos y/o sociólogos-
tienen sus razones. O son intencionales por sus intereses concordantes con los
de la dirigencia política o jamás condujeron un proceso organizacional. Quién
lo haya hecho idóneamente, sabe que el futuro se construye en las decisiones
del presente. Lo que se hace o se decida
hoy, repercutirá positivamente o no, en el porvenir.
Hoy, no mañana, debemos comenzar a reflexionar y operar sobre las falencias
sociales que tanto impiden una productiva participación ciudadana,
como la emergencia de una clase dirigente acorde a las demandas sociales
imperativas.
En los títulos próximos,
aludiré a mis aportes e interrogantes generacionales (1949). En el II, un
análisis de los factores intervinientes, como causas del descrédito político.
En el III, mi cosmovisión como ciudadano y ex-técnico del Estado Nacional, de
los problemas derivados de la política en actividades trascendentes. Y en el IV, mi desarrollo personal, que
sustenta este ensayo.
Los invito a
recorrer juntos estas proposiciones. Compartamos o discrepemos, en la
confrontación y el debate, enriqueceremos las mismas o las superaremos. Hay un
código inteligente - tácito- que nos interrelacionará; que nos trasciende
individualmente.
Próximo
punto:
Titulo II Análisis de los factores
intervinientes en el descrédito político.
Soluciones factibles. Proyecto Red SOLeIDO.
2.1
El acceso a la representación política.