Editorial:
"Mal humor...mal futuro" ¿ |
Lamentablemente como dicen
los economistas el mal humor ha pasado de coyuntural a estructural ( de igual
forma que el desempleo). No hay decreto de necesidad y urgencia que pueda
remediarlo. Si incentivarlo vía aumentos de fasos y restricción de las
horas extras. ¡Bah! Seamos francos Para pasar de coyuntural a
estructural, hay que hacer méritos. Persistir en sus efectos hasta que
no puede ser sacado de encima fácilmente. Si fuese simplemente falta de
dinero en los bolsillos el tema no sería grave. Habría que esperar un nuevo
ciclo expansivo de la economía nativa ( ¿cuándo?, ya viene...) y ¡chau! mal humor. Pero no es tan simple. En
este último lustro el escepticismo, madre y padre del mal humor, se apodero
progresivamente de los argentinos y con razón. Para quienes nacimos a mitad
de siglo, nuestros viejos tenían una fijación parental mayoritariamente
definida hacia la madre. No muy comprensible para nosotros y las causas
deberían hurgarse en algún manual Freudiano... Si resulta evidente que tal
fijación parental tuvo en nosotros un desplazamiento positivo hacia nuestros
descendientes y además compartido por ambos padres, reforzando aún su
vinculación. Ergo, preocupación constante. Toda conversación entre
adultos preocupados converge en la angustia por el futuro de nuestros hijos, dado
el presente. Las recetas que para nosotros fueron exitosas hoy ya no
valen. El trabajo y el estudio, eran el sustento de nuestro devenir...
demasiado habituales e incuestionables. Tanto que nos fuimos convenciendo de
la trascendencia de ambos. Evolucionando en las clases medias desde el otrora
esfuerzo que significaba ganar el pan, traducido en sudor, hacia formas de
trabajo más intelectuales, estudios razonables de por medio. Así el trabajo
dejo de ser un castigo, para ser una fuente de realización personal o como
medio para aspirar a otros fines que nos indicaban un camino posible
(estudios, deportes, arte, etc.). Y quien no podía acceder a vislumbrar un
futuro para sí, las proyectaba en sus hijos. Desgraciadamente y ello es
palpable, no un estado de animo, sino una realidad: mal futuro. Si
a nosotros nos cabe la desesperanza, a nuestros hijos la anomia. Me recuerda a Vinicius de Moraes
cuando decía que no hay peor soledad que la de aquel que no ha amado
nunca... pobres hijos, a nosotros nos queda el consuelo nostálgico. Y
estoy hablando de gente que todavía mantiene su nivel medio-bajo con sus
recursos comerciales o profesionales, que con sus escasos dineros - producto
de privaciones o endeudamiento- aporta algo a sus hijos para que estudien
o tengan trabajo, en la medida de nuestras posibilidades. Ni pensar en
aquellos que perdieron su trabajo. Aludía en otras notas a la adición en
estas épocas de un nuevo factor al ya famoso zafar: desentenderse, de
nuestra familia y nosotros mismos - fingir que no lo percibimos-
ante la imposibilidad de revertir individualmente el contexto. Y esto
tiene una implicancia severa: se paga y no se diluye con el tiempo,
hipotecando nuestra calidad de vida familiar futura (reproches mutuos fundados
o no, angustia, somatizaciones, etc.). El mensaje subliminal nativo
es terrorífico: la inesquivable globalización que se asocia al desempleo, ya
permanente, no circunstancial y la falta de respuestas de nuestros
políticos ante tal adversidad. Sumémosle que la acumulación por décadas de
desaciertos gubernamentales de todo signo, más allá de la globalización, esta
haciendo eclosión: educación, salud, justicia... El descrédito hacia
los políticos suma más desesperanza, dado que uno cierra una puerta más:
algún Mesías salvador. No hay. Ni tiene que haber... Parece que el mal humor
será algo crónico en nuestras vidas, por nuestras propias vivencias o de los
que nos rodean e importan. Resignación individual ante la impotencia es la
medicina, perfecta para mantener el statu quo impuesto, que obviamente
beneficia a los poderosos. Para estos
es un cierre, diría perfecto/fomentado, a sus intereses. No a los nuestros. Es decir, tenemos lo que nos dan y ofrecen... nos guste o no es otra historia y otro precio. Ante un panorama tan sombrío y palpable la resignación individual es la peor medicina, lejos. ¿ No será la hora de buscar soluciones acordes a los males estructurales que sufrimos? La solidaridad, otrora unida al trabajo, se fue diluyendo con el mismo. Pero esto de asociarla al trabajo es un concepto cultural, ergo reversible y estimo dañino. La solidaridad entre humanos trasciende al trabajo y nos vincula con la especie. Es uno de los mecanismos más aptos para enfrentar la adversidad y hasta hay estudios que la vinculan a nuestra estructura genética, probada en seres inferiores, en situaciones de peligro. Es un "negocio" para los humanos no un acto de bondad, ni un derivado del trabajo. En términos económico-financieros equivale al del seguro ( poner una parte, cuyo total reaseguraría - del siniestro posible- a cada uno de los coparticipantes). Evidentemente un negocio que involucra lo particular y general brillantemente, sin exclusiones. Un principio totalmente compatible con la seguridad de la especie humana, dado que "nos conviene". A diferencia de otrora, contamos con recursos mucho más efectivos para establecer nuevas formas de comunicación entre los humanos que puedan redundar en un beneficio individual. Retrotraernos a nuestro propio mundo no es una solución, como extrovertirnos sin sentido, como no les queda otra a tantos marginales ingresar a la violencia ante el "nada que perder". Ni neuróticos - o malhumorados crónicos- ni psicópatas malos, o buenos... Debemos reflexionar como utilizar los recursos que poseemos para enfrentar la adversidad que nos toca vivir. Cuando percibo el silencio sobre el proyecto/mensaje de construir una red socio-tecnológica aportando simplemente nuestro capital humano - conocimiento en dosis desde mínimas hasta máximas, factiblemente recompensadas - sin poner en juego nuestros recursos actuales, aunado al poder comunicacional técnico que poseemos, debo remitirme a que la resignación individual ha calado profundo en nuestros espíritus obnubilándonos ( independientemente de la calidad del mensajero, intrascendente). Las redes solidarias son una respuesta positiva en las sociedades, cualquiera sea la índole de las mismas. Mayoritariamente estamos inmersos en un estigma: si percibo que no puedo dar algo a los míos y a mí mismo, que puedo dar a otros, una autolimitación falsa y peligrosa. Si he agregado idoneidad a la indiscutible solidaridad, es porque solo con ideas superaremos esta fase percibida como negativa de la humanidad. Pero que nos brinda la posibilidad de utilizar nuestros aportes , entre los cuales se halla la solidaridad factible para cualquier humano, en nuestro propio beneficio, sin riesgos y no al servicio de los poderosos, que si necesitan de tales aportes. No así inversamente. Para los que hoy disfrutan de las migajas de aquellos no olvidar: golpean la puerta y no me preocupo, igual no vienen por mi... Hoy.
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