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           A mediados del siglo
  pasado, un espacio en un archivo era celosamente custodiado por los expertos,
  así que a nadie se le ocurrió ser generoso asignando cuatro campos al año y
  así prever el famoso efecto 2000. Resolvemos los problemas según nuestras
  necesidades coyunturales apremiantes. Y el espacio en los archivos era
  excesivamente escaso. Ulteriormente la rutina impidió visualizar el tan
  temido efecto. Las cercanías del 2000 hizo que se percataran del caos que
  podría crearse si los ordenadores leyeran el 00 asignado como 1900 en vez de
  2000. Más aún, que algunos fabricantes de hardware también habían limitado
  sus productos a los dos dígitos finales. Las predicciones fueron
  apocalípticas. Evidentemente factores extraños a las ciencias informáticas,
  más cercanos al oscurantismo, contagiaron un tono que no concordaba con la
  realidad tecnológica. Lo sorprendente es que hubo asesores financieros de
  fuste del primer mundo que aconsejaban determinadas operaciones para evitar
  los contratiempos que iban a generar el cambio de siglo en los sistemas
  computarizados.  Aunque
  por más de quince años había trabajado en equipo con expertos informáticos,
  mi labor terminaba en diseñar los sistemas, que ejecutaban éste en función de
  los parámetros que había fijado previamente. Al tomar conocimiento del
  problema de los campos, estando alejado ya de los centros de procesamiento,
  me pareció un problema de menor cuantía. No había ningún problema intelectual
  que resolver: solo ampliar los campos a cuatro (podría ser cinco para evitar
  el efecto 10.000...), incorporando el  Estimo
  que los muchachos de informática, fieles a sus vicios profesionales, habrán
  guardado silencio ante sus superiores dado que si minimizaban el problema
  ellos cargarían con el peso de las modificaciones necesarias, que insumiría
  tiempo extra, más que cerebro. Pero lo más importante es que los responsables
  de mayor nivel tomaran conciencia de la labor a encarar- gracias a las
  temibles presunciones- aportando los medios complementarios para lograr
  que el efecto 2000 pasara como una anécdota como finalmente ocurrió.  Este
  sobredimensionamiento tiene un origen: los centros informáticos tienen que
  estar supeditados a los niveles gerenciales / departamentales de cualquier
  organización. Es
  decir que estos diseñen sus sistemas analizando todas las variables en juego
  involucradas en una labor pre-informática, de la cual lo primordial es
  manejar las operaciones / datos involucradas - y sus interrelaciones-
  en el sistema a construir o modificar. Su éxito estará dado por la calidad
  del análisis pre-automatización previo, contando obviamente con personal
  técnico idóneo en tal materia. Esto implica un conocimiento de las
  herramientas que utilizan los informáticos para construir el software.
  Analógicamente con la labor del arquitecto que diseña el plano de un
  edificio, aquel debe conocer los elementos con que se cuentan y la facilidad
  o no de su instrumentación por los subcontratistas de obra. Es decir no solo
  generar un plano sino que este sea posible de instrumentar, teniendo
  conciencia de los elementos que involucra en el mismo. En otras palabras el
  diseño del plano tiene que estar en manos de los niveles gerenciales /
  departamentales, que son los que dominan las tareas a automatizar y los
  expertos informáticos trabajar articuladamente con los técnicos
  administrativos organizacionales traduciendo tales tareas en software
  adecuados. Cuando así no sucede, y es más frecuente de lo que se piensa,
  comienzan a tallar los vicios profesionales de los informáticos,
  incursionando en temas que no son de su competencia, reduciéndolos para
  efectuar menores esfuerzos en su labor,  cubrirse o simplemente no
  captando el meollo de la cuestión en análisis, dado que mayoritariamente la
  ejercitación es la que permite entender adecuadamente una labor. Un
  sistema será productivo a la organización cuando reproduce eficazmente las
  operaciones que se realizaban previamente en forma manual, o cumple con los
  objetivos institucionales fijados previamente por los niveles superiores de
  la misma. Claro que estos deben poseer un nivel de pensamiento abstracto,
  global y sistémico que les permita representar su tarea, las fases y
  operaciones que involucra, globalmente y pormenorizadamente. Si esto es
  claro, los expertos solo deben limitarse a ejecutar los programas que
  reproduzcan productivamente las tareas a sistematizar. Contrariamente
  emergen problemas que repercuten en la eficiencia del sistema, como una
  postergación y ajuste continuo más allá del naturalmente perfectible. La
  informática es una herramienta poderosísima, al servicio del hombre. Cuanto
  mayor sea la destreza del ejecutante mayor será el producto final obtenido. Cuando
  una de las partes no entiende el problema, léase no lo identifica, ergo no
  puede aportar soluciones sino temores  y delegación, sucede todo este
  zafarrancho pre 2000, una amplificación de lo que sucede habitualmente. 
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