Para su información este concepto se ha desarrollado
con mayor amplitud en punto 4 del ensayo que
sistematiza los fundamentos del proyecto Red SOLeIDO ( síntesis
del ensayo) |
Cuando nos remitimos al
nivel intelectual superior lo relacionamos con la inteligencia. Aunque todos sabemos de su
existencia, es un término de difícil definición, aun para las de tipo
operacional. Su tangibilidad la remitimos a los productos de la
misma: un trabajo brillante en cualquier actividad. Tal imprecisión se agudiza
aún más cuando debemos definir quién es más capaz que otro, sin recurrir a sus
productos. Las limitaciones del conocimiento científico con relación a la
inteligencia humana valen tanto para el órgano anatómico respectivo (cerebro),
como para las manifestaciones de conductas inteligentes, o no.
Una de las teorías de
la inteligencia que alude a la misma como facultad, nos permiten calificar a
quienes descuellan en su actividad y denotan el uso de las herramientas de la
inteligencia superior: pensamiento
abstracto, global y sistémico. Tal facultad - desarrollada en su campo-
no es garantía de ser transmitida positivamente en otras de igual o menor
complejidad ( arreglar una canilla).
La teoría de la inteligencia como la capacidad humana de adaptación es más
abarcativa. Sus parámetros no solo exigen una
habilidad especifica, sino que implica un acople a su hábitat (desde su
localidad al universo); comprender la aplicación de los recursos tecnológicos
factibles/disponibles; relaciones interpersonales/comunitarias (familia,
comunidad, mundo) y una prospección espacio-temporal de su especie (vislumbrar
nuestra historia, presente y futura). Es
decir, establecer una integración múltiple de los aspectos que nos tocan
vivenciar como humanos. Exige las herramientas intelectuales de
abstracción, globalización y sistematización y un adecuado equilibrio emocional
que permita ese múltiple acceso.
El factor
emocional
Nuestra afectividad actúa
como disparador hacia objetivos que nos movilizan. Los niveles de operación se
desarrollarán de acuerdo a nuestras capacidades lógicas. Toda actividad humana
que implique racionalidad, requiere de estos factores interdependientes: afecto-operación.
La observación
cotidiana nos indica que cuanto menos nos involucremos con nuestro objetivo,
mayor nivel de perfomance. Así hemos aprendido la importancia
de la disociación
emocional en nuestra labor, obteniendo mayores niveles de
productividad en la misma. H.Wallon,
psicólogo francés, aludía a esto de la siguiente manera: el desarrollo humano
se construye por estadios. El primero corresponde a emociones básicas (dolor,
frío, calor, saciedad, insatisfacción, placer, etc.), que se modelarán según
nuestras experiencias personales. Nuestro
desarrollo ulterior adulto, dará cuenta de esa estructuración sensitiva.
Pensemos que ante cualquier situación que debemos afrontar y de carácter
conflictivo, emerge a nivel piel sensaciones incontrolables, que denotan
nuestra peculiar estructura sensible. Las sucesivas reiteraciones de un mismo
proceso irán condensando/controlando, o no, las emociones concomitantes al
mismo. El grado de
interferencia afectiva estará condicionado tanto por nuestro tipo de actividad
como nuestra personal organización del estadio emocional. Quien
pueda lograr en su praxis respectiva transformar a tales emociones en un
disparador de conductas, logrará el mayor grado de disposición de sus
capacidades operativas. Estas dependerán del desarrollo operatorio del estadio
lógico, del final del proceso evolutivo. Contrariamente, quien no pueda llegar
a controlar tal interferencia, operará deficientemente en su labor, hasta
llegar a la inoperancia. Un ejemplo clásico de superación de sus emociones es
el del estudiante de medicina, frente a la cotidianidad hospitalaria. La
práctica irá paulatinamente controlando su escrupulosidad como angustia, hasta llegar a la criticada
insensibilidad del médico hacia el paciente hospitalario...
El estadio del
desarrollo lógico precitado, será el que indique nuestras futuras habilidades
cognoscitivas. En el se logrará el nivel de nuestras capacidades de abstraer,
globalizar y sistematizar, que condicionaran nuestra conceptualización
ulterior. Wallon, aludía que la coexistencia "simultanea"
de nuestra estructuración del estadio lógico con la del emocional, invalidaría
la operación en ejecución. Es decir, que son incompatibles.
Deben actuar separados: el emocional como disparador de
conductas y luego, el lógico para operar. Esta secuencia garantiza el mayor
nivel de perfomance del sujeto. La coexistencia
emoción-lógica, que invalida nuestro accionar operativo, esta presente
asiduamente. No es privativo de la emergencia, o la reyerta familiar que la
caricaturiza. Influye en todo nivel, inclusive el científico (ver ejemplo respectivo).
En definitiva, es el equilibrio emocional el
que nos permite que diferenciemos
nuestros intereses/deseos, del objetivo deseado/buscado. Permitiendo
así que emerjan nuestras conductas operativas lógicas que tornan productivos
nuestros anhelos, personales o los que representamos. Diferenciar al sujeto del objeto para lograr
una operatoria productiva.
Experiencias personales en la
calificación de la inteligencia en áreas operativas/racionales
Generalmente, docentes/académicos insisten en que se debe aprender a pensar. Quienes llegan al nivel terciario, teóricamente, en menor o mayor grado, habrían accedido a pensar en niveles
de abstracción, globalización y sistematización. Mi actividad
laboral me interrelacionó permanentemente con profesionales, originados en
diversos claustros (abogados, médicos, contadores, ingenieros, computadores
científicos, analistas de sistemas). Asimismo, un elevado número de estudiantes
universitarios/terciarios, de las más variadas disciplinas. Un campo propicio para confirmar esa
hipótesis. Pero la gran mayoría de los profesionales o
potenciales no lograban globalizar los procesos en los que estaban
inmersos. Cuando se les explicitaba el marco referencial, era captado en mayor
o menor grado. Ulteriormente, reincidían - no con la misma tarea- sino con otras
que involucraban el mismo contexto. Comúnmente
denominamos a esto error conceptual. Asimismo, en diarias experiencias
con empleados de mayor grado de idoneidad, denotaban dificultades en inferir
procesos relativos, fundamentalmente del orden numérico (índices, coeficientes)
que implica la regla de tres simple. Es
decir, su capacidad relativa. Al variar un dato en tal
composición numérica tenían inconvenientes en recomponerla, incluyendo a
profesionales afines.
Sorprendido por tales
dificultades, esbocé una hipótesis. Las endilgué a que comparativamente, tenían
un nivel menor de información y/o consustanciación con los procesos que
estabamos automatizando. Tampoco me preocupaba en demasía, solo me intrigaba.
Pero la persistente reiteración en los errores conceptuales me inclinaron a una
revisión de tal presunción y a buscar otra que se ajustara a esa realidad. Bosquejada
ésta, intenté corroborar tal hipótesis en el grupo estable con el cual
trabajaba y que me era factible controlar. Ratificada, generalice su
comprobación, logrando igual confirmación. Esta hipótesis consiste en lo siguiente: clasificar el
nivel de inteligencia en dos grandes grupos: quienes acceden al nivel de
comprensión, que involucra a la razón-entendimiento, y el restante, a quienes
alcanzan el nivel de intuición-entendimiento, que no pueden llegar al nivel de
comprensión. Es
decir, que quien alcanza éste nivel incluye el de intuición-entendimiento,
no así inversamente.
Tal discriminación es cualitativa. Los comprensores poseen una habilidad lógica que no solo
les permite abstraer los conceptos básicos tangibles (mesa,
libro, agua, sólido, etc.) - sin los cuales nos resultaría imposible
desenvolvernos- sino con los de carácter intangible (derechos,
estructuras, relaciones, etc.),
conceptos estrictamente vinculados al pensamiento abstracto/global.
Esta doble capacidad de
abstracción es la que le permite acceder a la comprensión de procesos, lo que
equivale a poder razonarlos por sí solos. A no poseer errores
conceptuales (factibles sino se cuenta con la información adecuada). Pero esta
habilidad no se aprende, se ejercita. Quien la posee debe desarrollarla intensivamente.
Primero, debe tratar de entender para luego alcanzar ese nivel de comprensión,
ese salto cualitativo que accede al insight. Pero lo fundamental es que la ejercitación permite la
generalización de esos sucesivos insights, proceso vedado a los
entendedores. Estos,
en su mayor nivel, no pueden franquear esa barrera, aun teniendo un alto
training laboral en tareas sistémicas. El lograrlo sería ser un comprensor.
No pude develar la causa de tal limitación, pero su existencia es comprobable.
Al buen entendedor, lo identifica las escasas palabras a las cuales debe
recurrirse para explicar lo que se pretende, generalmente, concluyen ellos
complementando lo que se alude. Tal captación debe producirse en el plano
intuitivo, dado que pueden entender perfectamente el razonamiento lógico
subyacente, pero les esta limitado reproducirlos por sí solos y menos
generalizarlo. Los
grados para estos dos grandes grupos esta estrictamente vinculados a la
dedicación, training y equilibrio emocional. Los comprensores
representan una escasa porción del total, mi experiencia lo registraría como un
2%, aunque es un número aventurado, podría ser mayor.
Aludir a los grados de
inteligencia es un tema altamente conflictivo, dado que afecta tanto a
nuestra autoestima como nuestros intereses. A nadie le gusta
sentirse inferior a otro y menos cuando implica que puedan verse limitadas
nuestras posibilidades, al reconocer tal superioridad. Esto agravado por lo
expuesto anteriormente, en cuanto a lo impreciso de definición del concepto de
inteligencia, como remitirnos a los productos personales para compararnos.
Cuando esto no es factible, por razones de experiencias disímiles o factores
emocionales muy diferenciados, resulta sumamente difícil discernir quién puede
ser más capaz que otro, inevitablemente base de interpretaciones subjetivas,
intencionales o no, de mayor propensión en organizaciones perimidas
estratificadas formalmente (ver ejemplo que
esclarecerá estas afirmaciones).
Una organización estructurada horizontalmente, jerárquica-consensuada y
participativa, en la cual el equipo-grupo avale,
o no,
las autoestimaciones, producto de reales y verificables capacidades, nos
permitirá conducirnos a valorizaciones más objetivas en los grados de
inteligencia. Ver los conceptos de idoneidad y organización inteligente en los cuales se alude al
conjunto como un todo, la interrelación y la importancia de las partes.