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El desarrollo del conocimiento en materia
humanística y social es aún pausado, teniendo en cuenta los impensados
avances tecnológicos acontecidos en otros campos del saber. Las dificultades
en reproducir artificialmente las conductas de los hombres, individual o
colectivamente, en su campo de acción; o utilizar animales superiores que
permitan traspolar sus conclusiones al hombre - no hay desarrollos similares-
harán entendible las limitaciones en el campo experimental, que justifican lo
tardío de su progreso. Asimismo, en la historia del conocimiento humano,
aquellas disciplinas que han tomado al hombre como objeto de estudio - parcial o total-
han evolucionado muy restrictivamente respecto a las de altas posibilidades
de experimentación controlada (física, química, etc.). La subjetividad es inherente al ser
humano. Y tales limitaciones se agudizan aún más cuando la
comprensión del hombre se referencia a aspectos conflictivos a su naturaleza
como son la
inteligencia y/o sus emociones. Estas argumentaciones
explicarían el atraso aludido,
pero la justifican? La respuesta podría orientarse a
que el mercado
no tiene interés alguno en mejorar la calidad de vida humana, sino hay un
"negocio"
de por medio en lo inmediato, traducido en medicamentos o servicios.
Difícilmente se logre una droga normalizadora de las anomalías emotivas/cognitivas (si
no mediara una previa y exhaustiva investigación científica) o que los
servicios asistenciales respectivos puedan ser rentables (a lo sumo se incrementará
la labor profesional conexa).
Si definir niveles de inteligencia es conflictivo, tanto para nuestra
autoestima como nuestros intereses (dado que reconocer que
otro lo es más nos puede costar una oportunidad de cualquier índole), enfrentar a nuestras impugnables
emociones no exteriorizables es terriblemente más complicado.
Ergo, también más postergables ¿ Quien quiere enfrentarse con su lado oscuro?
Como humanos tendemos
a omitir todo lo que nos supera, siendo un pésimo negocio. Cualquier
postergación de algo trascendente nos vuelve luego con mayor virulencia.
Pensemos en los famosos BILL.
Uno, el empresario más rico del planeta, que no debe estar pasándola bien con
el jaque judicial a Microsoft
y el cambio progresivo de los parámetros del juego que el mercado electrónico
fija, que trasciende a los postulados liberales de supervivencia/competencia ya no tan ineluctables en los
cuales solvento su imperio. Que bien le vendría un mayor
conocimiento de sus emociones que le permitieran enfocar inteligente tal
conflictiva. Si es un adicto al no perder - tan arraigado en los empresarios
de su fuste- le resultará imposible vislumbrar una salida
adecuada que compatibilicé (léase satisfaga) sus intereses y los de la
sociedad planetaria. Como dice
su amigo
Negroponte vive frustrado. Claro, este muchacho tiene
recursos materiales infinitos para hallar los terapeutas mas sofisticados que
puedan ayudarlo, aunque estos tampoco están exentos de las limitaciones de su
profesión. El otro, nada menos que el Presidente
de la mayor potencia mundial, en pleno auge en la era global, no puede
controlar su adicción "oval".
Resulta sorprendente escuchar a inexpertos en materia psicológica - y algún experto connivente,
político o en adicción, también - que tal manía no afecta sus
dotes de estadista que tan bien lleva. Reflexión mediante, podría llevarla
mejor sin esa carga. Segundo no se va a hacer público nada que afecte su
investidura, ni él ni su familia tampoco. Tales afirmaciones corroboran el mecanismo de
negación/disociación de todo los que nos resulta conflictivo/oscuro en
nuestras vidas. En fin, resulta contradictorio que siendo tan
necesario/vital para los hombres - los
ejemplos nos referencia a que no habría exclusiones-
incentivar el estudio de las ciencias del hombre y su inserción social, la
conflictiva de la misma nos tendería a su postergación, simplemente dejándola
en manos de los cientistas existentes y que la suerte les depare avances
considerables... (poco probable). El nivel de complejidad de posguerra, generado
por la irrupción de gran cantidad de conocimientos de las más variadas
disciplinas hacen que se hayan licuado los genios de otrora, que pudieron
vislumbrar soluciones que sustentaron el desarrollo aludido de mitad del
siglo XX
en adelante. La
investigación actual implica la labor interdisciplinaria para que sea fecunda
y orientada, no librada a la suerte. Así se han logrado
avances extraordinarios en telecomunicaciones al integrarse
informática-telefonía, bajando costos que sirven de base a otras que en el
campo de la medicina, biología, farmacología, etc. Sus productos consecuentes
en los próximos años modificaran radicalmente los parámetros existentes al
presente, como ser elevar el promedio de vida humana casi duplicándola.
Legaríamos al absurdo de que estando en la plenitud de nuestras
potencialidades - un
tercio de nuestra vida, los 25 de hoy- no tendríamos
trabajo... un chiste.
Requiérese un profundo incentivo en el estudio de las ciencias sociales y del
hombre, que permitan integrar todos estos avances que dejan atrás al actor
principal: el ser humano, cada vez mas fragmentado en consumidor, ciudadano,
usuario, etc. por las propias limitaciones del conocimiento del mismo. Dejar
en manos del Dios-mercado
tal desarrollo investigativo sería una necedad. Esta salida es el comodín a todas las
incertidumbres que las postulaciones liberales no pueden afrontar/
vislumbrar/solucionar, por las propias limitaciones del marco conceptual de
su doctrina. La mayor inversión en el conocimiento social irá develando tales
márgenes de incertidumbre que la tornan no predictiva y seguramente cambiara
el limitado enfoque en el cual se sustenta (ver Darwin reinterpretado, que
avala esta presunción). Resulta evidente que solo en el plano político
puede lograrse tal incentivación en la investigación social, único que puede velar por la calidad de vida
humana como negocio
social, que redundara en todo el planeta - sin exclusiones individuales o
colectivas- voluntarias o no. Obviamente no por estos dirigentes
políticos planetarios que nos gobiernan a fines del milenio. Se requieren
hombres que estén consustanciados con esa imperiosa necesidad de alcanzar ese
conocimiento. Que
identifiquen claramente el problema y sus soluciones consecuentes;
que estas incluyan lo económico subordinándola a lo político, no por una
visión ideológica coyuntural sino por coherencia. Mi prédica de que la administración
del bien común debe estar en manos de los hombres del mayor nivel intelectual
y emocional tiene su sentido.
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